Una aproximación práctica al análisis de sueños

Una aproximación práctica al análisis de sueños

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Antes de entrar en cualquier tipo de teoría sobre el análisis de los sueños, detengámonos un poco, así no perderemos el suelo bajo nuestros pies.  
 
Primero y principal, el sueño se produce, lo percibimos, lo disfrutamos, lo sufrimos. Incluso, en ocasiones, hasta lo recordamos una vez despiertos. Es más, al recordarlo nos damos cuenta que el sueño se ha producido. Sabemos, no obstante, por múltiples investigaciones que soñamos cuando dormimos, y varias veces, lo recordemos o no.
 
Segundo, el sueño está ahí, en el recuerdo por tanto. A partir de ese momento, mirémoslo. Sin más, como el que mira una obra artística, contemplémoslo detalladamente.
 
Tercero, preguntémonos, qué nos sugiere, qué nos dice esa obra artística en su conjunto. 
 
Cuarto, vayamos por partes. Visualicemos los detalles, cada uno de los elementos. Qué significado tienen para nosotros. Pero significado en el sentido más literal del término (recordemos que no debemos, de momento, ir demasiado lejos). Si nos tuviéramos que preguntar sobre lo que es cada elemento, como si se lo explicáramos a alguien que no supiera el significado de los conceptos en concreto, pero conociera el lenguaje. 
 
Quinto, volvamos a enfocar el sueño pero esta vez desde la traducción hecha, desde lo que nos hemos encontrado al hablar del mismo, al ir palabra por palabra, significante por significante, buscando su significado. Sería como traducir lo que aparece por lo que hemos dicho que es, supuestamente, lo que aparece. 
 
Somos conscientes que en este quinto nivel hay ya un gran nivel de inferencia, incluso de teorización del sueño, pero, de momento, no demos por cerrado absolutamente nada. Simplemente estamos ante un primer nivel de abstracción al que se ha llegado en un juego de análisis/síntesis, que, en definitiva, es la base del método científico, yendo más lejos, deducir e inferir. 
 
Lo importante para no ir con ningún prejuicio es simplemente conseguir contemplar, preguntarse el significado personal de cada cosa sin ninguna finalidad en principio, lo más asépticamente posible y tratar de integrar las respuestas. 
 
A priori o a posteriori podemos pensar que los sueños son satisfacciones de deseos (Freud) o compensaciones de la actividad consciente cargadas en muchos casos de simbolismo colectivo (Jung), profecías (en algunas tradiciones religiosas), enseñanzas, modificación de patrones, expresión simbólica de la realidad de la psique… Quizá no convendría descartar ninguna de las concepciones teóricas, incluso hasta pueden ser compatibles, pero de momento nos vamos a ajustar al sueño en sí, sin alejarnos de él o sólo lo suficiente como para poder percibirlo. 
 
Dicho todo lo anterior, vamos a tratar de teorizar algo sobre los sueños, intentando siempre que sea desde la experiencia. Es un hecho evidente que los sueños reflejan una manera de ver la “realidad” (al fin y al cabo podemos entender por real todo lo que sucede) diferente del modo de conocer en estado de vigilia. Podemos pensar que en los sueños utilizamos nuestro entendimiento profundo, en el sentido de interior, sobre nosotros mismos y sobre el medio, sobre el pasado y sobre el presente, ¿quizá también sobre el futuro? Fuera de las ligaduras, por tanto, del espacio y el tiempo (no hay más que pensar los cambios de época que podemos hacer, desaparecer en un sitio y aparecer en otro e incluso volar y todo ello en un tiempo que subjetivamente se prolonga diferente al de la realidad externa) . 
 
El problema es que para entender un sueño hay que descifrarlo. Nos lo podemos imaginar como el negativo de una fotografía, hay que transformarlo. En cierta forma la realidad consciente tiene un mecanismo semejante. Nosotros captamos cosas que ocurren, vía sentidos, luego es nuestro cerebro quien procesa y produce una interpretación, le da forma e interpretación, es el mecanismo de la percepción. 
 
En nuestros sueños, el acontecer es interior, producimos unas imágenes que relativizan el espacio y el tiempo. No hay ese orden que sí existe en la percepción externa. Si queremos darle un orden, un saber consciente, habría que entender su lenguaje y traducirlo. Ahora bien, ¿cuál es su lenguaje?. Para ello habría que ir a un conocimiento del inconsciente, de lo que hay ahí y de cómo se expresa. 
 
En principio, lo que sí sabemos es que el inconsciente está compuesto de todo aquello que ha rodeado nuestra vida desde que éramos muy pequeños, incluso desde el vientre materno. Se han soñado a veces cosas que no se recordaban y de la más temprana infancia y luego confirmar que efectivamente eran verdad. En la hipnosis se puede tener acceso a contenidos muy antiguos también. Las mismas sensaciones al estar, sin saberlo, en sitios o ante personas que conectan con años atrás. Podemos también saber que el inconsciente tiene datos sobre nuestro organismo por cuanto aparecen en sueños producciones de sensaciones corporales (por ejemplo, a una persona dormida si le echas agua sueña con agua). 
 
Para Freud y el psicoanálisis en general el inconsciente es predominantemente dinámico, con cierta salvedad: los recuerdos se gravan como a fuego, no se modifican en la interacción con nuevos aconteceres, como en el modelo de Piaget, donde un aprendizaje reestructura el anterior. En el psicoanálisis, no. Las huellas inconscientes son inmutables. Lo que se mueve, y de ahí el dinamismo, son las cargas energéticas, por medio de desplazamientos. Para entender este concepto tenemos que echar mano de dos fenómenos que aparecen en los sueños, la condensación y el desplazamiento, además de tener presente la operación de la censura. 
 
Básicamente podemos decir que la condensación se da cuando un elemento asume la carga de varios y el desplazamiento cuando la energía se traslada de uno a otro, pasando este último a ser el objeto del placer o del displacer. 
 
La censura es muy importante en el modelo de Freud, no tanto para el de Jung. En el mecanismo de la censura los contenidos inconscientes de los que no se quiere saber nada no sólo salen a la consciencia camuflando su sentido, sino que, incluso en los propios sueños se da el mismo patrón. Así, el sujeto no sufre de aquello de lo que no quiere enterarse. Por tanto, podemos decir que la censura es un mecanismo inconsciente. 
 
En el modelo jungiano, además de minimizar la satisfacción de deseos como motivo fundamental, la interpretación ceñida al contenido ocupa un papel relevante. Para Jung no hay que separarse demasiado del sueño, sino adentrarse en su sentido simbólico donde se implica la totalidad del alma. Para él, el inconsciente encierra un saber ancestral, heredado de nuestros antepesados, por cuanto se emiten producciones repetidas en mitos y leyendas, con algunas variaciones personales o sociales. Añadiremos además que, como “ente” natural tiene que estar en contacto de algún modo con todo lo que es naturaleza. Teniendo en cuenta todo esto, podemos aproximarnos a la interpretación de lo que se produce en los sueños que resultará, cuando menos, apasionante. 
 
En consecuencia y, como hipótesis de partida, un sueño es una expresión de nuestro inconsciente del que somos en cierta forma un tanto conscientes en el momento de su producción y, sobre todo, al recordarlo en estado de vigilia, aunque se hayan diluido multitud de detalles. Como expresión, tiene una finalidad comunicativa, por tanto, algo nos quiere decir. Si nos quiere decir algo es porque conoce algo. Ese algo que conoce tendrá que ver si no deducimos mal de toda la información que se ha ido almacenando de alguna forma en nuestra mente desde pequeños, desde bebés o desde fetos así como las tendencias y predisposiciones heredadas por el hecho de ser humanos, a las que podemos llamar arquetipos. 
 
 Quizá podríamos ir más lejos, subir un peldaño más, e inferir, sabiendo que lo estamos haciendo, que teniendo en cuenta la cualidad comunicativa el sueño es la forma que tiene nuestra mente de hacernos ver quiénes somos, qué estamos viviendo y, en definitiva, qué está ocurriendo realmente. El sueño, como manera de darse a conocer lo inconsciente, refleja la realidad con otra “objetividad” que la percepción consciente. Si de ahí podemos extraer una enseñanza, predecir algo, satisfacer algún deseo, poder cambiar nuestra trayectoria vital quizá lo diga una actitud honesta y receptiva ante los cinco pasos expuestos inicialmente completados con un ejercicio de sinceridad y sentimiento.

Por: Manuel González Batres – 27 de noviembre de 2019

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