La eficacia del mindfulness, la meditación y la relajación ha quedado demostrada en numerosos estudios.  

 

Practicar relajación se ha considerado desde hace décadas en el ámbito de la psicología clínica, muy desarrollada en occidente, una de las terapias más eficaces, sobre todo para problemas de ansiedad y fobias.  

 

Habría que remontarse siglos atrás para encontrar en la oración, el canto y la meditación religiosa, en la idea de unión con Dios, una quietud del alma y un dominio del cuerpo. Por otro lado, la meditación oriental, de 3000 años de antigüedad, desarrollada en diferentes escuelas, se convierte en una herramienta común y fundamental para la tarea de acallar la mente y provocar un silencio interior hacia la vacuidad del yo. 

 

Si unimos aquello que nos viene de oriente con lo que tenemos aquí, encontramos el mindfulness.

 

Al tranquilizar nuestro sistema nervioso y vernos menos influidos por juicios y pensamientos críticos nuestro organismo se beneficia a todos los niveles. Mejoramos física y mentalmente.

 

Podemos empezar por tomarnos un rato para nosotros mismos, notar el flujo de nuestra respiración, tomar conciencia de nuestro cuerpo. Vamos a prestar atención a nuestros cinco sentidos, sin juicios ni valoraciones. Qué vemos, qué oímos, qué saboreamos, qué palpamos, qué olemos.

 

Los pensamientos pueden ir y venir, viajar en el tiempo, no importa. Nos percibimos en el presente, nos damos cuenta de nuestra postura corporal, de nuestra sonrisa, de las emociones y sensaciones que sentimos.

 

Insertos en la naturaleza, experimentamos la unidad, el amor y la armonía del ser.