Youtube, niños y creepypasta

Ni todos los problemas son iguales, ni todas las personas somos iguales. Por empezar por un intento de clasificación, una división fácil sería:
– Problemas externos
– Problemas internos
Los primeros hacen referencia a todas aquellas circunstancias de la vida que dificulten el bienestar. Englobaríamos los problemas económicos, de salud, de aislamiento… Los segundos tienen que ver con hechos propios del psiquismo humano, como depresión, ansiedad, hipocondría… Sin embargo, esto que puede parecer simple no lo es. Porque entra en juego las diferencias entre las personas, por un lado y, por otro, la interpelación entre diferentes tipos de problemas y cómo los unos afectan a los otros dependiendo de como cada cuál se lo tome.
Hay quien ante dificultades “objetivas” realmente fuertes tiene un actitud de optimismo y felicidad y sabe vivir en medio de todo ello. Sin embargo, hay quien lo sufre, y podemos comprenderlo , debido a lo que “tiene encima”. Otras veces los problemas no son tan importantes desde el punto de vista del principio de realidad y hay quien se obsesiona hasta límites insospechados.
Muchas personas se sienten mal consigo mismas porque ven que lo tienen aparentemente todo y sin embargo sufren, se deprimen, lo pasan mal, han perdido el sentido… Es importante en todos los casos buscar ayuda. Cuando un problema está ahí, sea del tipo que sea y se me escapa la posible solución, quizá el primer paso sea precisamente ese, buscar la ayuda de un profesional, de un psicólogo que me ayude a enfocar y explorar soluciones.
En primer lugar, empezar por tener la mente sana, despejada y motivada va a ayudar a encarar mejor el acontecimiento que sea. Por tanto, antes de nada, relajación y autoconocimiento. Es lo mejor para no complicar más las cosas. Es la inversión más útil para sacar partido a cualquier circunstancia que queramos emprender.
Segundo, observar y saborear las áreas de mi vida que consideramos adecuadas,.
Tercero, considerar que el problema es necesario para buscar una solución. Sin problema, difícil ente habría solución. Es una oportunidad para aprender y mejorar, para cambiar aspectos internos y externos de uno mismo.
Cuarto, no tratar todos los problemas a la vez, vamos a ir uno a uno, empezando por el que queramos, no necesariamente tiene por el más fácil, aunque puede ayudar mucho en la motivación de seguir avanzando.
Quinto, enfocar bien el problema. Definirlo, ver de qué se trata, en qué partes puedo descomponerlo e ir, como en el punto anterior, una por una.
Sexto, considerar los puntos fuertes y también las debilidades que tengo que encarar el problema. Así como contemplar en el entorno todo lo que me puede ayudar o perjudicar.
Séptimo, hacer una lluvia de ideas de las posibles soluciones, sin desdeñar a priori ninguna.
Octavo, considerar la que me parezca más adecuada teniendo en cuenta mis puntos fuertes y la posibilidad de realización.
Noveno, ponernos manos a la obra. Iniciar los movimientos adecuados para llevarlo a cabo.
Décimo, si hemos llegado, bien y si no, hablamos aprendido algo, eso seguro, iniciaremos otro plan de acción. Y siempre cuidarse interiormente, saber que la principal solución a todo es encontrarse con uno mismo y saborear intensamente, sin juicios de valor el momento presente.
Ánimo y a por lo que nos propongamos.
Por: Manuel González Batres – 26 de agosto de 2022