Tiene su explicación. Cuando uno se va a dormir, lo hace para descansar y reparar. Si no hay nada que descansar y reparar porque no hemos vivido lo suficiente, no nos dormimos.
Y no vale decir que hemos hecho muchas cosas, que estamos cansados… No. Es más, es que todo ello puede estar rodeado de estrés o ansiedad. Lo que vale es tener vitalismo, cada uno según su forma de ser, sacando partido a todas las áreas de la vida.
Por tanto, hay que irse a dormir habiendo sentido y aprendido durante el día. Así, nuestra mente dirá, “venga descansa, te lo has ganado que mañana será otro día”.
Tampoco hace falta llevar esto al extremo. Hay que saber que nos merecemos las cosas, también el descanso, sin necesidad de hacer y hacer. Seamos más benévolos con nosotros mismos.
El punto de concordia entre exigirnos para merecer y creernos merecedores es que fluir con la vida, estando en lo que estamos, sin preocuparnos por los aconteceres futuros ni anclados en el pasado. El punto de concordia, y lo podemos mirar desde muchos puntos de vista, es saber que con mucho o poco que hagamos, por mucho o poco que ocurre a nuestro alrededor, siempre estamos sintiendo y aprendiendo.
Como conclusión: nos merecemos descansar bien y nos merecemos vivir bien.