El arte de parar en un mundo que no se detiene
Estar ocupados se ha convertido en sinónimo de éxito: “si no somos productivos, perdemos el tiempo”, “si descansamos, nos invade la culpa”. Es evidente que no hacer nada a lo largo del día se ha vuelto casi imposible. Pero ¿qué precio estamos pagando por no permitirnos parar?
Desde pequeños, nos enseñan a valorar el hacer por encima del ser. Las redes sociales y la cultura de la inmediatez refuerzan la idea de que siempre debemos estar en movimiento y siento productivos por encima del cansancio que producen la fatiga emocional y mental, del valor que le podríamos dar a conectar con nosotros mismos sin necesidad de “hacer nada”, o simplemente de aprender a parar sin que aparezca el sentimiento de culpa.
Imaginemos por un momento que nuestro descanso y nuestra energía se encuentran dentro de un cajero automático (como el dinero), si solo sacamos energía día tras día, pero nos olvidamos de volver a recargar, llegará un momento en el que se encuentre vacío y no podamos beneficiarnos más de ese cajero. Descansar no es un lujo, es una necesidad.
El problema es que este ritmo constante genera estrés, ansiedad y desconexión emocional. Nuestra mente no está diseñada para funcionar sin pausas. Igual que el cuerpo necesita dormir para recuperarse, la mente necesita momentos de calma para integrar y reorganizar ideas, asentar las emociones y descansar, dar espacio al silencio.
Nos hemos acostumbrado a vivir con “el piloto automático puesto”, hemos normalizado la productividad por encima de la pasión por vivir, la necesidad de cuidarnos, el conectar con sonidos tan simples como una cascada, o pararnos a observar las vistas de un paisaje que te ofrece paz y calma. Relacionamos “no hacer nada productivo” con creencias culturales en las que se asocia el descanso a la pereza, la autoexigencia en la que solo nos sentimos validos si somos productivos, el miedo al vacío de detenernos y que + aparezcan pensamientos o emociones que preferimos evitar, o la comparación constante en redes sociales donde parece que todos hacen más que nosotros.
El arte de parar consiste en reaprender cómo interpretamos el descanso. No es la pausa lo que nos incomoda, sino los pensamientos que la acompañan: “debería estar haciendo algo”, “estoy perdiendo el tiempo”, “no merezco parar”. Cuestiona esas ideas automáticas y permítete sentir sin juzgar. Permítete ponerte en “modo avión”.
Por: Clara Clavel Godoy – 31 de octubre de 2025
