¿Qué hacer si el terapeuta bosteza?

Decía Sándor Ferenczi, para algunos el mejor discípulo de Freud, que, si el analista se adormece un momento, recuperará la atención en cuanto el paciente vuelva a decir algo relevante.
Esta situación, quizá poco usual en la terapia, pero plausible y altamente desconcertante para el paciente (si acaso no se conforma con la idea de Ferenczi ni queda satisfecho con la sencilla intuición de que puede que su interlocutor esté cansado o haya dormido mal), me servirá para ilustrar un aspecto fundamental de la psicoterapia: la relación intersubjetiva que se establece entre paciente y terapeuta. Los bostezos quizá sean pocos, pero los devenires en la interrelación son continuos: ¿cómo se siente el paciente con el terapeuta?, ¿qué observa el paciente de sí mismo a través de sus reacciones?, ¿Qué imagina que el terapeuta espera de él?…
Es responsabilidad del paciente hacer el esfuerzo de informar de sus pensamientos y sus sentimientos libremente, sin censurarse. Si el paciente se calla, por respeto, por pudor, por no dañar… estaría dificultando mucho la labor analítica del terapeuta. Sin embargo, no es menor la responsabilidad del terapeuta de ser un facilitador de esa apertura, permitiendo el despliegue, cada vez más amplio, de aspectos emocionales del paciente en la relación.
El paradigma intersubjetivo enfatiza mucho la seguridad del paciente. La seguridad no viene de serie, sino que se crea, se dispone, hay que desarrollarla activamente. El cambio se produce cuando el paciente se siente seguro, es decir; entendido, aceptado y respetado por el terapeuta. La preocupación por retraumatizar al paciente en la terapia está en primer plano. Ese es el riesgo que se corre si el terapeuta no puede tolerar que el paciente le hable a él de sus defectos como terapeuta, de su torpeza, de su ansiedad, de lo simple que puede ser en ocasiones…
En nuestro ejemplo, que el terapeuta negara el bostezo percibido por el paciente sería deslegitimarle, invalidarle, hacerle sentir fallido, erróneo, inadecuado… le crearía una gran inseguridad (quizá como tantos otros hicieron antes, esto significa retraumatizar). Además, en la actuación de su defensa negadora, el terapeuta perdería la oportunidad de preguntarle al paciente qué representa para él que su interlocutor bostece, eliminando un elemento de acceso privilegiado, vivencial, al mundo interno del paciente.
Si los elementos de la interrelación paciente-terapeuta no son reconocidos ni elaborados a lo largo de la terapia, constituirán un punto ciego permanente que dejará su sello de insatisfacción o de adaptación parcialmente alienante. Ahora, podemos responder brevemente a la pregunta que inicia esta entrada y además extrapolarla a cualquier percepción subjetiva, a cualquier sentimiento en terapia: el paciente debe expresarlo, con confianza, como todo lo que sienta en la relación. Y el terapeuta debe aceptar y contener ese sentir, ayudando así al paciente a elaborarlo.
Por: Juan Ignacio – 17 de mayo de 2022